mayo 05, 2020

En memoria del señor Crl. Ing. Jorge Ramón Noblecilla Merino

Por: Italo Orihuela


Si existe una sola palabra para describir la valía del Coronel Jorge Ramón Noblecilla Merino, nuestro camarada de armas es, empatía.
Lo conocí personalmente el año 1978 cuando iniciaba la carrera militar en los claustros de la Escuela Militar de Chorrillos. El mes de febrero, si mal no recuerdo, los cadetes de segundo año teníamos que elegir arma o servicio, es decir la especialidad a la cual abrazaríamos durante toda nuestra profesión. En mi caso ya había decidido el arma que iba a elegir, sin embargo por un tema de mejor conocimiento de cada una de ellas, los jefes de negociado, que eran capitanes de cada arma o servicio, tenían que darnos conferencias sobre los objetivos, funciones, reseñas sobre sus
historias, contenidos, trabajos, responsabilidades, asignaturas a seguir, y todo lo relacionado con las mismas. Tocaba el arma de Ingeniería, se presentó el Capitán Jefe de Negociado don Jorge Noblecilla Merino, ya lo había visto en las diferentes actividades en la escuela, pero en esa oportunidad tuvo que darnos una charla y responder a una serie de preguntas que podíamos realizar. Se presentó, con el protocolo de siempre, enseguida sobresalió lo peculiar que tenía, voz grave, gestos acentuados para dirigirse a los cadetes, de rostro adusto pero que siempre terminaba en una sonrisa que se tornaba imperceptible. Tenía carisma innato. Era un personaje que llegaba a los oyentes, mantenía la atención iniciándose una conexión de forma espontánea; enseguida nacía
una relación de confianza, que en mi caso se mantendría para siempre. Como era normal en los cadetes, luego de la charla el bisbiseo general y luego enterándonos de los pergaminos, cualidades, fortalezas y lo estudioso que era el capitán que habíamos empezado a conocer. Desde ese momento el capitán Jefe del Negociado de Ingeniería se convirtió en nuestro arquetipo a seguir.
Pasaron los años y nos encontramos por casualidad en la ciudad de Ayacucho. Año 1988, zona de emergencia y en mi caso había sido destacado al Batallón de Ingeniería que se encontraba acantonado en Cangallo, lugar muy recordado por iniciarse la “lucha armada” de Sendero Luminoso en uno de sus distritos: Chucchis. Cada vez que viajaba a Huamanga, aparte de cumplir labores logísticas tenía que realizar tareas como S-2 de la Unidad. Cierto sábado por la noche que me encontraba por los Portales de la Plaza Mayor, confundido con amigos de la zona, en una reunión de la bohemia huamangina, ingresaron al local un grupo de personas, uno de los cuales era el Comandante Jorge Noblecilla Merino. Conocía de sus ascensos pero no estaba enterado que estaba sirviendo en la zona. Ambos nos encontrábamos vestidos como paisanos del lugar y solamente nos saludamos con un requiebro de ojos.
El estado de emergencia y lo complicado del problema subversivo no permitía los saludos de rigor y más si se trataba de algún camarada conocido. Luego me enteré que estaba designado como G-2 de la Gran Unidad, pero no volví a encontrarme con él, hasta algunos meses después en una reunión informal en las instalaciones de “Los Cabitos”, momento donde pude percibir, no solo su conocimiento de la situación en la zona, sabía también de mis labores como capitán en esa parte del territorio declarado en emergencia. No puedo olvidar su apoyo incondicional y su capacidad para hacerme entender el problema que vivía el país en esa oportunidad. En ese momento sus palabras más que reconfortantes fueron convincentes.

Al año siguiente, 1989, fui destacado al distrito de Corrales - Tumbes, donde se encontraba el Batallón de Ingeniería Nº 211. En Tumbes en el Batallón de Ingeniería Nº 1 se encontraba como Jefe de Unidad el Comandante Jorge Ramón Noblecilla Merino. ¿Casualidad? ¿Presagio del destino? Personalmente no creo en la casualidad ni en la suerte. La vida militar es una caja de pandora que la memoria solamente no puede explicar. Sin conocer motivación alguna, cierto día llegó un mensajero de Tumbes para decirme que el Comandante Jorge Noblecilla me esperaba en su casa de la Villa Militar. Cierto lo conocía, pero nunca esperaba que me invitara a una reunión de sus oficiales, siendo todavía el que escribe integrante de otra corporación. En la reunión pude enterarme que si había algo que lo había impactado por su paso por Huamanga era la música contagiante de sus huaynos melancólicos, quejosos pero siendo bellas piezas musicales, que no podíamos olvidar. El Comandante estaba enterado de mi afición por interpretarlos. Me esperaba con una guitarra y a partir de entonces más que el respeto y admiración por el superior que tiene un subalterno, empecé a conocer un amigo de verdad, sincero, espontáneo, demostrando en todo sentido su capacidad de liderazgo empático. Somos militares y lo entendemos exactamente. ¿Cómo se puede explicar que en tan pocas oportunidades que habíamos interactuado, podía comprender a un subalterno en sus sentimientos y emociones? La respuesta es tajante: era un Líder, en toda la dimensión del concepto.

Nunca tuve el privilegio de servir bajo su comando, sin embargo cierto día del mes de abril del año 2018, recibí una llamada desconocida, al contestar no podía ser de otra manera, una voz inconfundible y característica, se trataba del Coronel Jorge Noblecilla Merino. Recibir una llamada de una persona admirada por todos, es una emoción inigualable. Más si se trata de un militar que por sus acciones es respetado por tirios y troyanos. Pero no se trataba de una simple llamada, el Coronel, luego de los saludos y conversar sobre algunos recuerdos, solicitaba mis servicios como Abogado. ¿Por qué actúa el destino de esa forma? ¿Qué relación existen entre las personas cuando las buscamos y tenemos que decidir por algo más que solo la amistad? A partir de ese momento empezamos a reunirnos, conversar y a comunicarnos más seguido. Nos encontramos en muchos puntos de la capital, tertulias sazonadas con café, y la nostalgia de los buenos tiempos en Huamanga y Tumbes. Los temas relacionados a lo jurídico quedaban para el final, asintiendo con un gesto de absoluta confianza nuestro trabajo. ¿Cómo fallar a una persona con ese sentimiento de empatía y pragmatismo? Mi admiración y afecto empezaron a crecer.

La última vez que nos encontramos y conversamos llenos de felicidad fue el mes de diciembre pasado en la reunión organizada por la Asociación José Del Carmen Marín por navidad. Lúcido, lleno de vida, desprendido, con unas ganas de seguir en la brega, irradiando optimismo por los cuatro costados y un halo de bondad que pocos seres humanos logran trasmitir. En abril del presente la notica fatal. El Coronel Jorge Ramón Noblecilla Merino nos dejaba en una situación extraordinaria, de crisis para la humanidad. Abril es un mes que duele. Es conocido como el mes “de las letras” por la gran cantidad de escritores que se fueron al olimpo, y por qué ese mes también partió mi padre. Lo escuché alguna vez a Fernando Savater, la naturaleza no tiene piedad, y ahora con nuestro admirado Coronel lo confirmaba.

Ahora más que nunca, es necesario tener arquetipos para nuestro propósito en la vida, y que mejor que nuestro mentor el Coronel Jorge Ramón Noblecilla Merino, integrante de la Promoción “Italo Arbulù Samamè” del Colegio Militar Elías Aguirre de Chiclayo, de la Promoción “Sgto. Mayor Felipe Antonio Zela” de la Escuela Militar de Chorrillos, y sobre todo camarada de armas y amigo leal, que nos enseñó la abnegación por la carrera militar con su ejemplo y que con su partida nos deja un legado imborrable de empatía con todos los seres humanos que lo rodearon. Mi Coronel, descansa en Paz!!!

Lima, mayo del 2020. 

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